Isabela Santo Domingo es portada de la más reciente Revista ALO, cuenta sobre su matrimonio, por qué no se caso con su novio ingles, sus planes a futuro y su Stand-up comedy.
Aunque
llevas años burlándote de las citas a ciegas… ¿Cómo fue ese blind date?
Me burlo de eso en mis
libros, de las tales citas a ciegas. Pero cuando remodelé mi apartamento, me
fui a comprar todos los muebles y las cosas a Miami. Resulta que estaba
visitando a una amiga (Valerie Salazar) y me habló de su amigo que era lo
máximo, pero de malas en el amor: duró casado 10 años, se separó y tiene una
hija. Andaba con jartera, pues hacía un año había terminado con Mark, pero me
le medí.
Cambiando
de tema… ¿Qué pasó con Mark, el inglés, ¿con él también habían hablado de
casarse?
Él creía que estaba jugando
Nintendo conmigo, con un control remoto y todo; yo, para llevar la fiesta en
paz, lo intenté durante un mes así. Pero lo malacostumbré. Como vivía en
Londres y son seis horas de más, me tocaba dormir con el teléfono prendido para
que me llamara a las tres de la mañana de acá. El día que estaba bailando
o con mis amigos, entonces se ponía furioso. Me hizo varias escenas de celos y
me desencanté por completo.
Nos invitó a pasear en su
bote, un día antes de que yo regresara a Colombia, pero la noche anterior fui a
una degustación con un chef español y tomamos todo el vino del mundo. Me
emborraché tenaz y se me olvidó el paseo en lancha. La mañana siguiente fue lo
peor, ¿te imaginas con guayabo, en un bote y luego de comer mariscos? Pero
me tocaba cumplir, me recogieron al medio día.
¿Recuerdas
ese primer contacto visual?
Cuando me monté al bote, él
estaba quitando las cuerdas, me dio la mano para subirme y apenas me sonrió,
quedé enamorada. Tiene la sonrisa más bonita que he visto en mi vida. Las cosas
se dieron y desde entonces no hemos dejado de vernos más de cuatro días.
¿Qué
hace Alejandro?
Trabaja en la banca, es un
tipo serio y muy comprometido con su trabajo. Es superinteligente, tiene un
sentido del humor maravilloso, es muy familiar, cosa que yo nunca he sido y lo
admiro. Papá ejemplar, un tipo maduro y por primera vez me siento respaldada;
me cansé de los tipos que supuestamente te apoyan, pero cuando les toca hacer
algo por uno, no hacen nada o se desaparecen.
¿Qué
hizo Alejandro para cambiar tu percepción de la vida?
Es raro porque las personas
con las que me había medio abierto, se quedaban con lo primero, con la mujer
frentera, que dice lo que piensa, pero no me leían. Es raro no tener que
explicar cada cosa que digo y es bueno tener a alguien que te lea. Qué triste
habría sido terminar con alguien que no se tomara la molestia de averiguar qué
más hay, porque siempre hay más.
¿Qué
tal ha sido el noviazgo?
Cuando llegué a su vida él
era soltero, de muebles negros, paredes blancas y sin un cuadro; de vida de
soltero total. Después del segundo viaje, desocupó todo un clóset para mí. Y me
dijo: ‘nos va tocar mudarnos a un apartamento más grande para que las
niñas tengan espacio’. Y sin consultarme, compró otro para darnos espacio
a Daniella, mi hija, y a mí. Y así ha sido todo en estos 12 meses. ¿Qué te
puedo decir? Un cambio de vida
¿Cómo
fue la pedida de mano?
Me propuso acá en Bogotá,
veníamos de una presentación del stand up en Barranquilla y andábamos
arrunchados. Tenemos un juego y es escribirnos cosas en el cuerpo sin hablar ni
una sola palabra. Me tomó la mano y escribió: ‘Eres la mujer de mi vida…’
Después me pide la otra mano y escribe ‘¿Quieres?’ Y de la nada sacó un anillo
con una servilleta que decía ‘¿Quieres casarte conmigo?’ Y yo casi me muero,
fue divino y claro le dije que sí. Él me hace una mejor persona.
¿Por
qué?
En mi vida nunca había
bajado la guardia y ahora no es así, vivo más fresca y tranquila, siento que
puedo vivir sin tanta presión. No estoy predispuesta, estoy queriendo más a
todos, también me ayuda a ver mis errores, me confronta con amor y me ha
ayudado a relajarme.
¿El
anillo de compromiso es el mismo que llevas puesto?
No, no, no (risas). Ese era
un anillo de promesa y luego de varios meses me lo cambió. Nadie me preguntaba
si me iba a casar, estaba frustrada (risas), todos pensaban que era un anillo
de quinceañera. Entonces me organizó citas en todas las joyerías del Bal
Harbour, de Miami, y en cada una podía escoger dos piezas y al final lo
discutimos y escogí este, pues representa que andamos entrelazados.
¿Pero
no resultó muy fría, muy aburrida esa selección?
No, pues él terminó
arrodillado, brindamos con champaña, fue lindo. Muy divertido.
¿Cuándo
se casan?
En septiembre, lo discutimos
ahora en enero que estábamos en Punta del Este y ya. En Uruguay salimos con
amigos y nos la pasamos en fiestas. Ese viaje también fue una prueba de fuego
porque él es serio, pero me deja ser. Si le digo: ‘Acompáñame a una fiesta’, él
no es de los que se montan en el parlante, pero va. Eso es lindo.
¿Te
casas con el sueño de que sea para toda la vida?
No sé si nos va a durar para
toda la vida, pero los dos sabemos que toca meterle mucha fuerza para que
funcione. La gran diferencia de hace 20 años a hoy, es que ahora sé lo que no quiero
y lo que quiero dar. Uno sabe cómo se tira una relación: irrespetando, con
celos.
¿Cómo
vislumbras esa unión?
La verdad no pensamos tanto
en eso, al principio queríamos casarnos en Las Bahamas con un pequeño grupo de
amigos. Ahora queremos algo un poco más grande. Tengo claro que si me voy a
casar, será la única vez en mi vida y lo quiero hacer bien, sin ningún afán.
Puede ser aquí y con muchos más invitados.
¿Te
vestirás de blanco?
No he pensado en eso, pero
seguramente será un bello modelo. Ya hemos hablado de la comida: queremos
entraditas costeñas y algo que le dé el toque bogotano al menú. Nos reímos
planeando todo.
¿Dejas
el país o él viene para acá?
Él tiene oficina en Bogotá y
en Miami. No tenemos ni idea cuál será nuestra base, pero yo tengo mucho que
agradecerle a mi país y no quiero dejar de tener proyectos acá. Podemos
combinar los dos lugares, somos una pareja moderna.
Se han visto casos de
algunas parejas que no aguantan la distancia…
Tenemos claro que hay que
hacer esfuerzos para que la relación funcione. Esto indica que nunca podremos
acomodarnos del todo y suena desgastante, pero hay que buscarle el lado y
compartir compromisos. Le voy a dar lo mejor que tengo.
Daniela,
tu hija, ¿qué dice?
Lo adora porque es papá de
verdad. Es bonito porque me guía, me hace entender que no me las sé
todas y me ayuda a abrir los ojos de una forma tranquila. Me está
enseñando y mostrando lo mejor de mí, me complementa. No hay nada más sexy que
un hombre - hombre.
¿Encontraste
a tu príncipe azul?
No creo en los príncipes
azules y él también tiene sus defectos, pero solo le veo las cosas bonitas y
que realmente me complementa.
¿Y
cómo se llevan las hijas de ambos?
Vivimos dos situaciones
diferentes, él tiene una hija de 4 años, yo una de 16, las cosas se dieron a
distancia y yo solo me preguntaba cómo pego esto. Pero se entienden muy bien,
se quieren.
Los caballeros las prefieren
brutas, un éxito en escena
¿Cuándo
decidiste lanzarte a escribir la obra?
Hace unos 6 o 7 años
comenzamos el stand up con Alejandra Azcárate. Ambas trabajábamos en radio y
nos hicimos amigas, nos llamaron de una compañía que quería lanzar un producto
y nos fue muy bien… El tiempo pasó y después de cinco libros y con todo este
material increíble y chistoso me lancé a la tarea de revisar libro por libro y
después la peluqueé.
¿Te
tardaste mucho?
Llevo dos años porque tenía
la columna vertebral, pero la he ido alimentando. No les escribo solo a
mujeres, también para ellos. Esperaba que a la gente le gustara un poco,
pero llevo dos semanas de funciones con lleno total.Arrancamos por las ciudades
más pequeñas y después en Bogotá. Al principio, salí bailando y le dije a
Patricia Grisales, mi productora: esa fue una mala idea. (tenía tres whiskys
encima). Pero ya la hemos ajustado.
¿La
alimentas día a día?
Parezco esquizofrénica,
después de una función alimento el guión, pasan cosas y llego como una loca a
cambiar cosas porque la gente se rió. Lo chévere es que me puedo dar el lujo de
editar, de medir al público porque me gusta que se rían todo el tiempo.
¿Qué
se va a encontrar el público?
Muchas de las historias que
me han pasado a mí y a mis amigos están ahí reflejadas. No solo hablo de ellas
y lo que pienso, lo cuento para que las mujeres sepamos cómo son los hombres y
los hombres cómo somos las mujeres.
¿Te
consideras feminista?
Empecé leyendo libros sobre
feminismo y ahora pienso que las feministas piensan como hombres; llegué a la
conclusión de que el problema es que no somos solidarias. Si a una le
ofrecen un aumento, hay diez diciendo: ¡Quién sabe a quién se lo
dio! También me he dado cuenta de que si sales con un idiota, a todas les
empieza a parecer guapo y en el momento que puedan, ven cómo se lo bajan a uno.
Los hombres les huyen a esas mujeres que muestran su resentimiento.
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